miércoles, 25 de enero de 2012

Esa perra del mal en el espejo: The Ward


Aquí no hay mucho que criticarle a la historia: Cómo resulta al final que todo es la alucinación de una joven con trastorno de personalidad múltiple, al parecer eso justifica todas las incoherencias de la trama. Lo que se le crítica a esta película del viejo artífice del terror John Carpenter es que  uno sale del cine más con una sensación de deja vú que de miedo. Al final la historia termina siendo únicamente un  instrumento para darle jump scares al público. Sin embargo queda claro que en la trama de la historia se pretendía al menos usar otros dos mecanismos para crear miedo: El primero sería el temor a la siquiatría. Desde la escena inicial de créditos se presentan imágenes como de torturas medievales y luego, enlazados, lo que parecen instrumentos antiguos de psiquiatría. Supongo que esa sería una de las razones para ambientar la película en 1966, al fin y al cabo la película clásica antisiquiatríca, Atrapado sin Salida, (hasta la enfermera parece trasplantada de esa película) también sucede en los sesentas, y son bien conocidos los excesos de la psiquiatría en esos tiempos. Y claro, además así se pueden usar máquinas de electroshocks.



Pero ¿que no hay nada nuevo de que espantarse? De hecho, el ubicar la historia en los sesentas ya provoca una cierta distancia, al fin y al cabo, ese tiempo ya pasó. Aún así creo que algunas de las mejores escenas de la película tienen que ver si no específicamente con la siquiatría sí con el temor que nos pueden causar los hospitales y tantas cosas en ellos. En especial me gustó esa escena donde una chava despierta atada en una silla de ruedas y "algo" la va empujando. El otro mecanismo de la historia es más sutil, pero aún así creo que el vidrio rompiéndose en la secuencia inicial de créditos y el final, cuando la asesina sale del espejo sobre el lavabo del baño indican que también fue un efecto planeado: el temor a ese o esa extraña que a veces se aparece en el espejo, y que no es otro sino nosotros mismos. Obvio que como la protagonista tiene trastorno de personalidad múltiple esto se lleva hasta el extremo. Desafortunadamente como los personajes secundarios en esta película están muy mal desarrollados este mecanismo apenas como que queda esbozado. A las otras internas del hospital, que al final resultan ser las otras personalidades de la protagonista, y también al personal del mismo, se les podría haber sacado más jugo. En especial ese personaje atrapado en la infancia es patéticamente malo. Está bien que hayan llenado la pantalla de viejas buenas pero podrían haber presentado, creo que fácilmente, personajes más interesantes y creíbles. Al final el doctor le dice a la protagonista cuál es su verdadera personalidad, pero eso no sirve de nada, ahora la personalidad falsa, que era buena, tomará el papel de mala y el terror continuará. Casi como una moraleja: Sí un doctor te tiene que decir quien eres tú realmente, el problema no va a acabar. O también: no dejes que cualquiera empuje tu silla de ruedas, no vaya a ser que acabes como una de las...

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